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viernes, 15 de diciembre de 2017

Devocion matutina para damas

*15 de Diciembre | Devoción Matutina – Damas*

*¡Están aquí!*

"De cierto os digo que si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: 'Pásate de aquí allá', y se pasará; y nada os será imposible" (Mat. 17:20).

Vivíamos en Pune, India. Un año, para Navidad, decidimos ir a Hosur. Para llegar allí, mi esposo, Gordon, nuestro hijo, Gerald y yo tuvimos que viajar en tren. Unos días antes de Navidad, un amigo nos llevó hasta la estación de trenes. Cuando llegamos a la plataforma, el tren comenzó a moverse. Nuestro amigo nos empujó rápidamente hacia la puerta del tren, diciendo: "¡Este es su tren! ¡Rápido, suban! ¡Aquí está su equipaje!" Pusimos el equipaje en el compartimento general, donde viajaban los pobres.

Gordon y yo nos preguntamos por qué el tren estaba saliendo antes del horario establecido. Dentro del tren en movimiento, preguntó a alguien: "¿Este es el tren que va a Mangalore?" "No", respondió el hombre, "este va a Coimbatore". Nos aconsejaron bajarnos en la siguiente estación importante, donde nos dijeron que podríamos cambiarnos al tren correcto. Pero "nuestro" tren no estaba allí, así que, volvimos a abordar el compartimento general del primer tren.

Nos bajamos en otra estación grande y esperamos nuestro tren. Estábamos preocupados porque ya hubieran cancelado las literas para dormir que habíamos reservado. En los trenes de la India, un inspector de boletos suele revisar los boletos de los pasajeros que suben en cada estación. Las literas reservadas por pasajeros que no aparecen se vuelven a asignar a pasajeros que no tienen literas.

Nuestro tren llegaba y, cuando se detuvo, la puerta de nuestro vagón quedó justo frente a donde nosotros estábamos esperando. Gerald fue el primero en subir y desapareció por un instante. Volvió a aparecer entre la multitud, exclamando: "¡Están aquí! ¡Las literas que reservamos están aquí! ¡Vacías, y esperándonos!" Evidentemente, el inspector no había aparecido en el último tramo del viaje, por lo que no habían vuelto a asignar nuestras literas vacías.

-¿Cómo sabías que nuestras literas todavía estarían esperándonos? -preguntó Gordon a nuestro hijo.

-Porque oré por eso -respondió Gerald-. Pedí a Dios que hiciera que nuestro vagón quedara justo frente a nosotros, si nuestras literas todavía estaban disponibles.

Todo el día me había preguntado por qué Dios había permitido aquellos inconvenientes. ¿Para experimentar la amabilidad de los pobres en el compartimento general? Sí. Y quizá, también, para fortalecer la fe de un adolescente, ¡mi hijo!

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