*MÁS GRANDE QUE LOS CIELOS*
Porque más grande que los cielos es tu misericordia, y hasta los cielos tu fidelidad. Sal 108:4
La noche nunca le pareció tan oscura y triste como aquella noche. Las tinieblas eran densas no solamente afuera. Dentro de sí la oscuridad era más tenebrosa: tristeza, vacío, desesperanza, confusión. ¿Qué sentido tenía vivir de esa manera? La belleza física, que era causa de admiración, parecía una maldición. Lo que al principio le parecía apenas sed loca de aventura, hoy era un tobogán que la llevaba en dirección a la muerte.
De repente, en la oscuridad brilló la luz. Inesperada, milagrosa, súbita. Vino en forma de música. Notas maravillosas que la trasladaron a un mundo desconocido. Palabras que describían su trágica experiencia, terminaron trayendo esperanza a su angustiado corazón.
Mientras salía del estadio, aquella noche, ella corrió a mi lado y emocionada casi gritó su gratitud. Lloraba. Sentía que las lágrimas lavaban su alma. Había mucha basura e inesperadamente se sentía perdonada. “Gracias por hablarme del amor de Dios —dijo—. Nunca pensé que la misericordia divina fuese tan grande”.
¡Ah, misericordia divina! ¿Qué sería de ti y de mí si el amor de Dios no fuese más grande que los cielos?
Los cielos son usados muchas veces para expresar la inmensidad de la vastedad. Los cielos no pueden ser medidos. Es algo que la mente humana no puede entender. En el texto de hoy, el salmista expresa que la misericordia es más grande todavía que los cielos.
La misericordia de Dios hace que no recibamos lo que merecemos. Nos libra de la consecuencia fatal del pecado, que es la muerte. Todos pecamos y por lo tanto, merecemos morir. Constantemente, a cada instante, estamos tomando decisiones equivocadas. Buscando el bien, escogemos el mal y comenzamos a morir. Por su misericordia, el Señor quita de nosotros la sentencia de muerte.
Por eso, haz de este día, un día de gratitud. Olvida el pasado, vive el presente con sabiduría y mira al futuro con esperanza, aunque las cosas parezcan escapar a tu control. A pesar de que el dolor golpee a la puerta de tu corazón y te asfixie, cree en el amor de Dios. “Porque más grande que los cielos es tu misericordia, y hasta los cielos tu fidelidad.