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sábado, 23 de diciembre de 2017

La comunión íntima de Jehová es con los que lo temen

“La comunión íntima de Jehová es con los que lo temen”. Salmos 25:14. Abraham había honrado a Dios, y el Señor lo honró, haciéndole partícipe de sus consejos, y revelándole sus propósitos. “¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer?” dijo el Señor. Véase Génesis 18:17-33. Dios conocía bien la medida de la culpabilidad de Sodoma; pero se expresó a la manera de los hombres, para que la justicia de su trato fuese comprendida. Antes de descargar sus juicios sobre los transgresores, iría él mismo a examinar su conducta; si no habían traspasado los límites de la misericordia divina, les concedería todavía más tiempo para que se arrepintieran.
Dos de los mensajeros celestiales se marcharon dejando a Abraham solo con Aquel a quien reconocía ahora como el Hijo de Dios. Y el hombre de fe intercedió en favor de los habitantes de Sodoma. Una vez los había salvado mediante su espada, ahora trató de salvarlos por medio de la oración. Lot y su familia habitaban aún allí; y el amor desinteresado que movió a Abraham a rescatarlo de los elamitas, trató ahora de salvarlo de la tempestad del juicio divino, si era la voluntad de Dios.
Con profunda reverencia y humildad rogó: “He aquí ahora que he comenzado a hablar a mi Señor, aunque soy polvo y ceniza”. En su súplica no había confianza en sí mismo, ni jactancia de su propia justicia. No pidió un favor basado en su obediencia, o en los sacrificios que había hecho en cumplimiento de la voluntad de Dios. Siendo él mismo pecador, intercedió en favor de los pecadores. Semejante espíritu deben tener todos los que se acercan a Dios. Abraham manifestó la confianza de un niño que suplica a un padre a quien ama. Se aproximó al mensajero celestial, y fervientemente le hizo su petición. A pesar de que Lot habitaba en Sodoma, no participaba de la impiedad de sus habitantes. Abraham pensó que en aquella populosa ciudad debía haber otros adoradores del verdadero Dios. Y tomando en consideración este hecho, suplicó: “Lejos de ti el hacerlo así, que hagas morir al justo con el impío y que el justo sea tratado como el impío. ¡Nunca tal hagas! El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?”. Génesis 18:25. Abraham no imploró una vez, sino muchas. Insistía aún a más a medida que se le concedía lo pedido, persistió hasta que obtuvo la seguridad de que aunque hubiera allí solamente diez personas justas, la ciudad sería perdonada.
El amor hacia las almas a punto de perecer inspiraba las oraciones de Abraham. Aunque detestaba los pecados de aquella ciudad corrompida, deseaba que los pecadores pudieran salvarse. Su profundo interés por Sodoma demuestra la preocupación que hemos de tener por los impíos. Debemos sentir odio hacia el pecado, y compasión y amor hacia el pecador. Por todas partes, en derredor nuestro, hay almas que van hacia una ruina tan desesperada y terrible como la que sobrecogió a Sodoma. Cada día termina el tiempo de gracia para algunos. Cada hora, algunos pasan más allá del alcance de la misericordia. ¿Y dónde están las voces de amonestación y súplica que induzcan a los pecadores a huir de esta pavorosa condenación? ¿Dónde están las manos extendidas para sacar a los pecadores de la muerte? ¿Dónde están los que con humildad y perseverante fe ruegan a Dios por ellos? PP 119.1
*Feliz sábado y un feliz almuerzo. Dios te guardé🙏🙏🙏*

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