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jueves, 8 de febrero de 2018

Noé y su familia esperaban ansiosamente que bajaran las aguas; pues anhelaban volver a pisar tierra firme.

Noé y su familia esperaban ansiosamente que bajaran las aguas; pues anhelaban volver a pisar tierra firme. Cuarenta días después que se hicieron visibles las cimas de las montañas, enviaron un cuervo, ave de olfato delicado, para ver si la tierra ya estaba seca. No encontrando más que agua, el ave continuó yendo y viniendo. Siete días después, se envió una paloma, la cual al no encontrar dónde posarse, regresó al arca. Noé esperó siete días más, y una vez más envió la paloma. Cuando esta regresó por la tarde con una hoja de olivo en el pico, hubo gran gozo en el arca. Más tarde “quitó Noé la cubierta del arca, miró y vio que la faz de la tierra estaba seca”. Génesis 8:13. Todavía esperó pacientemente dentro del arca. Como había entrado obedeciendo un mandato de Dios, esperó hasta recibir instrucciones especiales para salir.
Finalmente descendió un ángel del cielo, abrió la maciza puerta y mandó al patriarca y a su familia a salir a tierra, y llevar consigo todo ser viviente. En su regocijo por verse libre, Noé no se olvidó de Aquel en virtud de cuyo misericordioso cuidado habían sido protegidos. Su primer acto después de salir del arca fue construir un altar y ofrecer un sacrificio de toda clase de bestias y aves limpias, con lo que manifestó su gratitud hacia Dios por su liberación, y su fe en Cristo, el gran sacrificio. Esta ofrenda agradó al Señor y de esto se derivó una bendición, no solo para el patriarca y su familia, sino también para todos los que habrían de vivir en la tierra. “Al percibir Jehová olor grato, dijo en su corazón: “No volveré a maldecir la tierra por causa del hombre, porque el corazón del hombre [...]. Mientras la tierra permanezca no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la noche””.
Génesis 8:21,22
Aquí hay una gran lección para las futuras generaciones. Noé había regresado a una tierra desolada; pero antes de preparar una casa para sí mismo, construyó un altar para Dios. Su ganado era poco, y había sido conservado con gran esfuerzo. No obstante, con alegría dio una parte al Señor, en reconocimiento de que todo era de él. Asimismo nuestro primer deber consiste en dar a Dios nuestras ofrendas voluntarias. Toda manifestación de su misericordia y su amor hacia nosotros debe ser reconocida con gratitud, mediante actos de devoción y ofrendas para su obra. P.P 84.2
*Buenos días. Dios te bendiga*

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