“En el Sinaí, el Señor le dio instrucciones definidas [a Israel] tocantes al servicio de los sacrificios. Una vez terminada la construcción del santuario, Dios se comunicó con Moisés desde la nube que descendía sobre el propiciatorio, y le dio instrucciones completas acerca del sistema de sacrificios y ofrendas, y las formas de culto que debían emplearse en el santuario. De esa manera se dio a Moisés la ley ceremonial que fue escrita por él en un libro y colocada ‘al lado del arca del pacto’ (Deuteronomio 31:24-26). ‘Pero la ley de los Diez Mandamientos pronunciada desde el Sinaí había sido escrita por Dios mismo en las dos tablas de piedra, y fueron guardadas sagradamente en el arca’ (Éxodo 31:18; Deuteronomio 10:5). “Muchos confunden estos dos sistemas y se valen de los textos que hablan de la ley ceremonial para tratar de probar que la ley moral fue abolida; pero esto es pervertir las Escrituras. La distinción entre los dos sistemas es clara.
El sistema ceremonial se componía de símbolos que señalaban a Cristo, su sacrificio y su sacerdocio. Esta ley ritual, con sus sacrificios y ordenanzas, debían los hebreos seguirla hasta que el símbolo se cumpliera en la realidad de la muerte de Jesús, Cordero de Dios que quita los pecados del mundo (Juan 1:29). Entonces debían cesar todas las ofrendas de sacrificio. Tal es la ley que Cristo quitó de en medio y clavó en la cruz (Colosenses 2:14)”.
Los sábados “sombra” de lo por venir a que hace alusión el texto de Colosenses 2:16, son las fiestas del ceremonial judío. Relacionados con la pascua (Levítico 23:5), los panes sin levadura (Levítico 23:6); el Pentecostés (Levítico 23:16); las trompetas (Levítico 23:24); las primicias (Levítico 23:10); la expiación (Levítico 23:27); los tabernáculos (Levítico 23:34); se celebraban anualmente. “Éstas son las fiestas solemnes de Jehová, a las que convocaréis santas reuniones, para ofrecer ofrenda encendida a Jehová, holocausto y ofrenda, sacrificio y libaciones, cada cosa en su tiempo, además de los sábados de Jehová… “ (Levítico 23:37-38).
La diferencia entre los días de descanso anuales y los semanales se define clara y precisamente. Aquellos “sábados” ceremoniales se observarían, además eran fijados en el calendario anual eclesiástico de los judíos, así como los hombres modernos han fijado las fechas de las festividades de Navidad y días de reyes. Eran “sábados” de “sombra” que anunciaban a Cristo como la gran pascua (1 Corintios 5:7); a Cristo como el pan sin levadura (Juan 6:51); a Cristo como las primicias (1 Corintios 15:23); a Cristo como el Pentecostés (Hechos 2:1; Juan 7:39); a Cristo como la trompeta (1 Tesalonicenses 4:16); a Cristo como la expiación (Hebreos 2:17); a Cristo como el verdadero tabernáculo (Juan 7:2,10,37.39).
Al entregarse Jesús en sacrificio vivo por el mundo entero llegó la verdadera luz y se disiparon las sombras (Juan 1:4-5,9;8:12,28). Sin embargo, jamás se instituyó ni se empleó el sábado semanal como una figura o tipo. Fue establecido como monumento de la creación; se incluyó en la ley moral escrita con el dedo de Dios en las dos tablas de piedra (Éxodo 31:18).
Todo el ritual judío y la ley de Moisés con todos los sábados ceremoniales fueron abolidos con la muerte de Cristo, porque todo ese culto era una representación de su plan redentor. El sábado, séptimo día de la semana, cuarto mandamiento de la ley moral, el día de reposo del Señor, no fue abolido con la muerte de Cristo, porque mientras Dios sea el Creador del universo, el sábado fue, es y será un monumento conmemorativo de su poder creador. El Señor te invita a seguir su ejemplo reposando el sábado (Hebreos 4:10).