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sábado, 9 de diciembre de 2017

*¿Un ataque inesperado?*

*¿Un ataque inesperado?*

“Vosotros, pues, también, estad preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá” (Lucas 12:40).
¿Fue una sorpresa? ¿Lo sabían? Quizá. Lo que con seguridad podemos afirmar es que, la mañana del domingo 7 de diciembre de 1941, una ofensiva militar de unas 350 aeronaves de la Armada Imperial Japonesa atacó la base naval de los Estados Unidos en Pearl Harbor (Hawai). Las consecuencias fueron muy graves: más de 2.400 muertos y más de mil heridos. Además, se perdieron 188 aviones, tres cruceros, tres destructores, un buque escuela y un minador.
El ataque conmocionó tan profundamente al pueblo estadounidense que llevó directamente a la entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.
Es de sabios abrir el paraguas antes de que llueva.
En estos días, ya no es necesario “ir a la esquina para ver si llueve”; ni siquiera es preciso husmear en el sitio web del servicio meteorológico. A fines de julio de 2007, la firma estadounidense “Ambient Devices” lanzó un paraguas que lleva en el mango un receptor de radio al que llega información climática vía Internet. Si va a llover, se prende una luz.
Si consideramos provechoso contar con un artefacto tal para protegernos de unas cuantas gotas de agua, cuánto más deberíamos considerar la metáfora climática usada por Jesús en Mateo 16:1 al 4. La comparación es simple: somos hipócritas cuando sabemos distinguir entre un cielo limpio (sinónimo de buen tiempo) y uno nublado (indicio de tormenta), pero no sabemos discernir las señales de los tiempos del mundo.
Por esta razón, muchos de los estudiosos de la Biblia del ayer no pudieron, ni quisieron, recibir al Mesías en su primera venida a este mundo. Y por la misma causa, innumerables conocedores de la Palabra de Dios de hoy no podrán, ni querrán, ver las señales de la segunda venida de Cristo a este planeta.
Hoy puede ser un día histórico. Cree que los anuncios de Dios son seguros. Es de sabios abrir el paraguas antes de que llueva.
“Si los judíos las hubieran estudiado [las Escrituras] con corazones piadosos, fervientes y humildes, su escudriñamiento habría sido recompensado no solamente con un verdadero conocimiento del tiempo, sino también de cómo se produciría la primera aparición de Cristo. […] Muchos hacen lo mismo hoy […]. No perciben ni comprenden el tiempo del fin […]. En este tiempo, las pequeñeces de la vida no son sino una mota. Lo que atañe a la eternidad es de la mayor importancia” (Elena de White, Alza tus ojos, p. 366). PA

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