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viernes, 23 de marzo de 2018

La gran caída de Saúl

La gran caída de Saúl

“¡Eres un necio! —le replicó Samuel—. No has cumplido el mandato que te dio el Señor tu Dios. El Señor habría establecido tu reino sobre Israel para siempre, pero ahora te digo que tu reino no permanecerá. El Señor ya está buscando un hombre más de su agrado, pues tú no has cumplido su mandato” (1 Samuel 13:13,14).

Si has leído la Biblia conmigo este año, y ciertamente espero que así haya sido, entonces sabes que Dios es muy, PERO MUY detallista en lo referido a la adoración. Hace algunos días leimos sobre 70 hombres de un pequeño pueblo llamado Bet Semes. Los filisteos habían robado el arca, pero cuando les salieron enormes tumores decidieron ponerla en una carreta y enviarla lejos.

El arca llegó a territorio israelita en Bet Semes, y todo el mundo se alegró. De hecho, muchos de los hombres decidieron mirar dentro del arca. ¡Mala idea! La presencia de Dios estaba tan conectada con el arca, que los 70 hombres que echaron un vistazo murieron (1 Sam. 6:19). ¿Por qué? Dios había especificado que los sacerdotes levitas eran los únicos que podían tocar el arca, y ni que hablar de abrirla y examinar su contenido (Núm. 4).

Unos capítulos más adelante, Saúl está a punto de sufrir las consecuencias. Solo siete días después de que Saúl se convirtiera en rey, Samuel hizo una triste predicción acerca del futuro del monarca. Perdería su reino porque había pecado.

Los israelitas se preparan para pelear contra los filisteos, como Dios había ordenado. Antes de la batalla, los hebreos adoraron a Dios mediante un holocausto en su honor. Era un símbolo de confianza en que el Señor les daría ¡a victoria. Generalmente, un sacerdote (en este caso Samuel), realizaba la ceremonia. Samuel había dicho a Saúl que fuera a un lugar llamado Gilgal, se preparara para la ceremonia y lo esperara allí. Saúl hizo todo lo que se le pidió, pero como Samuel se tardó en llegar, el rey cometió un trágico error. Él mismo ofreció los sacrificios, y eso estaba prohibido.

Casi inmediatamente después de convertirse en rey, Saúl cometió un gran error que le costó el trono. Puede parecemos un horrible y duro castigo para un acto cometido una sola vez, pero Dios espera que obedezcamos sus mandamientos. Todo lo que Dios nos pide tiene un motivo. Aprovecha cada oportunidad para obedecer a Dios

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