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miércoles, 3 de enero de 2018

Dios convierte en éxito el fracaso

“Vuelve, y dile a Ezequías, príncipe de mi pueblo: ‘Así dice Jehová, el Dios de David, tu padre: He oído tu oración, he visto tus lágrimas y voy a sanarte: dentro de tres días subirás a la casa de Jehová’”. 2 Reyes 20:5
Un verano me tocó colportar en una de las ciudades más grandes del mundo: la Ciudad de México. En el centro de la ciudad hay edificios muy altos, como el de la Lotería Nacional (de cuarenta y seis niveles), la Torre Latinoamericana y algunos hoteles. Al principio no me fue bien. Durante cinco semanas recorrí muchos edificios sin vender ni un solo libro. Se me terminaba el dinero, y durante el transcurso de la semana apenas pude comer.
El desánimo comenzó a apoderarse de mí, y casi desisto. Antes de tomar la decisión de dejarlo todo y regresar derrotado, cerré mis ojos y oré a Dios.
Reclamé su promesa de que él estaría conmigo todos los días hasta el fin del mundo: “Señor, tú sabes que mi futuro depende de esto. Necesito vender libros, primeramente para llevar el mensaje a los demás, y también para poder seguir estudiando y convertirme en pastor. Por favor, contesta mi súplica y ayúdame a obtener los medios para volver al colegio. Tú eres mi único refugio. Amén”.
Ese día, regresé al edificio de la Lotería Nacional, al que había intentado entrar sin éxito en tres ocasiones. Llegué a la entrada y comencé a caminar. Pasé frente a las cámaras y los agentes de seguridad sin que me preguntaran nada. Empecé a presentar los libros en el tercer piso. Una de las primeras personas con las que hablé, resultó ser el jefe de seguridad del edificio. Inmediatamente me preguntó:
—¿Cómo entraste al edificio?
—Entré con la ayuda de Dios —contesté.
—Acompáñame a la sala de seguridad —me pidió.
Al revisar las cámaras para verificar por cuál puerta había ingresado, quiénes me habían dejado entrar y a qué hora entré, no me pudo encontrar.
Simplemente, las cámaras no me habían registrado. Sorprendido, me dijo:
—Esto parece un milagro. ¿En qué puedo ayudarte?
Le mostré lo que hacía, y decidió comprarme algunos libros. Además,le pedí que me dejara visitar todo el edificio. Como no podía dejarme ir solo, le pidió a un guardia que me acompañara durante dos semanas. El agente de seguridad me observó cuidadosamente la primera semana. La segunda semana, ¡el guardia presentaba los libros y yo llenaba el formulario de pedidos! Dejé en aquel edificio 150 colecciones.
Pongamos delante de Dios en oración nuestras necesidades. Él puede convertir en éxito el fracaso.

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