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miércoles, 7 de marzo de 2018

¿Cerramos el trato?

¿Cerramos el trato?

Hoy pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ti, de que te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición.Elige, pues, la vida, para que vivan tú y tus descendientes (Deuteronomio 30:19).

Si ya leiste los capítulos 28 al 30 de Deuteronomio, probablemente necesitas respirar profundamente en este momento. ¡Vaya! Esto es hablar en términos de blanco y negro. Algo necesitamos saber sobre Dios: siempre nos advierte antes de castigarnos.

En Deuteronomio 28, el Señor dejó en claro que los israelitas serían bendecidos por su obediencia, en sus ciudades y en sus campos; cuando salieran y cuando entraran; hasta sus cosechas y ganados serían bendecidos. Dios derrotaría a sus enemigos y los convertiría en su nación santa. Es más, abriría los depósitos de sus riquezas y haría llover sus bendiciones. No estoy seguro de que alguien pudiera hartarse de las bendiciones, como fue el caso del pueblo de Dios.

Esas bendiciones constituían la mitad del pacto de Dios con Israel, el mismo que hiciera 40 años antes en el monte Sinaí después de que los liberara de la esclavitud de Egipto. A Israel le tocaba la otra mitad del pacto. Simplemente, tenía que obedecer los mandamientos de Dios. Por lo que habían sufrido en Egipto, pienso que les debió resultar como pan comido. Si no cumplían el pacto, entonces sufrirían las consecuencias (Deut. 28:15-68).

Dios ofrecía a los israelitas el mejor trato de la historia. Moisés lo entendió mejor que cualquiera. Después de transmitir al pueblo los mandamientos de Dios, le habló desde lo profundo del corazón. “Lo que Dios quiere darles -les dijo- no es algo muy lejano. No está en el cielo ni más allá del mar. No tienen que lograr lo imposible. Todas las bendiciones están disponibles ya, ahora mismo. ¡Decidan hoy servir a Dios!”

Todo el cielo estaba atento para escuchar lo que los israelitas dirían. Su respuesta determinaría si vivirían largas vidas de prosperidad o morirían en La infamia.

Hoy, Dios nos pide a ti y a mí que escojamos entre la vida y la muerte. ¡Yo escojo la vida!

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