Miqueas 3 (RVR1960) - PROFETAS Y REYES Capítulo 59.
1 Dije: Oíd ahora, príncipes de Jacob, y jefes de la casa de Israel: ¿No concierne a vosotros saber lo que es justo?
2 Vosotros que aborrecéis lo bueno y amáis lo malo, que les quitáis su piel y su carne de sobre los huesos;
3 que coméis asimismo la carne de mi pueblo, y les desolláis su piel de sobre ellos, y les quebrantáis los huesos y los rompéis como para el caldero, y como carnes en olla.
4 Entonces clamaréis a Jehová, y no os responderá; antes esconderá de vosotros su rostro en aquel tiempo, por cuanto hicisteis malvadas obras.
5 Así ha dicho Jehová acerca de los profetas que hacen errar a mi pueblo, y claman: Paz, cuando tienen algo que comer, y al que no les da de comer, proclaman guerra contra él:
6 Por tanto, de la profecía se os hará noche, y oscuridad del adivinar; y sobre los profetas se pondrá el sol, y el día se entenebrecerá sobre ellos.
7 Y serán avergonzados los profetas, y se confundirán los adivinos; y ellos todos cerrarán sus labios, porque no hay respuesta de Dios.
8 Mas yo estoy lleno de poder del Espíritu de Jehová, y de juicio y de fuerza, para denunciar a Jacob su rebelión, y a Israel su pecado.
9 Oíd ahora esto, jefes de la casa de Jacob, y capitanes de la casa de Israel, que abomináis el juicio, y pervertís todo el derecho;
10 que edificáis a Sion con sangre, y a Jerusalén con injusticia.
11 Sus jefes juzgan por cohecho, y sus sacerdotes enseñan por precio, y sus profetas adivinan por dinero; y se apoyan en Jehová, diciendo: ¿No está Jehová entre nosotros? No vendrá mal sobre nosotros.
12 Por tanto, a causa de vosotros Sion será arada como campo, y Jerusalén vendrá a ser montones de ruinas, y el monte de la casa como cumbres de bosque.
Capítulo 59—“La casa de Israel”
El mensaje de esperanza y misericordia debe ser proclamado hasta los últimos confines de la tierra. Todo aquel que quiera puede extender la mano, asirse de la fortaleza de Dios, reconciliarse con él y obtener paz. Ya no deben quedar los paganos envueltos en obscuridad de medianoche. La lobreguez debe desaparecer ante los brillantes rayos del Sol de Justicia.
Cristo ha tomado toda medida necesaria para que su iglesia sea un cuerpo transformado, iluminado por la Luz del mundo, en posesión de la gloria de Emmanuel. El se propone que todo cristiano esté rodeado de una atmósfera espiritual de luz y de paz. Desea que revelemos su gozo en nuestra vida.
“Levántate, resplandece; que ha venido tu lumbre, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti.” Isaías 60:1. Cristo viene con poder y grande gloria. Viene con su propia gloria, y con la del Padre. Y le acompañarán los santos ángeles. Mientras todo el mundo esté sumido en tinieblas, habrá luz en toda morada de los santos. Percibirán la primera vislumbre de su segunda aparición. Una luz sin sombra brillará de su resplandor, y Cristo el Redentor será admirado por todos los que le sirvieron. Mientras huyan los impíos, los que siguieron a Cristo se regocijarán en su presencia.
Entonces los redimidos de entre los hombres recibirán la herencia que se les prometió. Así obtendrá un cumplimiento literal el propósito de Dios para con Israel. El hombre no puede impedir que se cumpla la voluntad de Dios. Aun en medio de las manifestaciones del mal, los propósitos de Dios han estado avanzando constantemente hacia su realización. Así sucedió con la casa de Israel durante toda la historia de la monarquía dividida; y así sucede hoy con el Israel espiritual.
Mirando a través de los siglos, al tiempo de esta restauración de Israel en la tierra hecha nueva, el vidente de Patmos testificó:
“Miré, y he aquí una gran compañía, la cual ninguno podía contar, de todas gentes y linajes y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y palmas en sus manos; y clamaban en alta voz, diciendo: Salvación a nuestro Dios que está sentado sobre el trono, y al Cordero.
“Y todos los ángeles estaban de pie en torno del trono, y en torno de los ancianos y de los cuatro seres vivientes (V.M.); y postráronse sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo: Amén: La bendición y la gloria y la sabiduría, y la acción de gracias y la honra y la potencia y la fortaleza, sean a nuestro Dios para siempre jamás.”
“Y oí como la voz de una grande compañía, y como el ruido de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: Aleluya: porque reinó el Señor nuestro Dios Todopoderoso. Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria.” “Es el Señor de los señores, y el Rey de los reyes: y los que están con él son llamados, y elegidos, y fieles.” Apocalipsis 7:9-12; 19:6, 7; 17:14.
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